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Página Concilio 18 de febrero de 2018

E D I T O R I A L


INTER-NOS

Doctrina social

El hombre es un ser sociable, pertenece a la convivencia humana en sus diferentes ámbitos. Al ser perteneciente de una sociedad es capaz de darse cuenta, por medio de la razón, lo que es justo e injusto, y así pueda construir un orden correcto en la sociedad.

Un mundo mejor

«Todos los cristianos, también los pastores están llamados a preocuparse por la construcción de un mundo mejor […] El pensamiento social de la Iglesia es ante todo positivo y propositivo, orienta una acción transformadora, y en ese sentido no deja de ser un signo de esperanza que brota del corazón amante de Jesucristo» Papa Francisco.



La Iglesia y su enseñanza social

JOSÉ ALEJANDRO PÉREZ REYES

La Iglesia tiene una innegable y evidente relación con el mundo; como institución crece, se desarrolla, avanza en un tiempo concreto y en diversos espacios de nuestro planeta tierra. La Iglesia camina en los contextos actuales que involucran a toda la persona y sus relaciones, no se excluye de lo que sucede en los ámbitos político, económico, social, cultural, educativo, familiar, laboral, etc., propios de nuestro tiempo; por el contrario, busca la manera de interactuar y permear todas las esferas de la vida social y personal contribuyendo a la edificación de un mundo mejor.

Este interés por la construcción de una vida mejor se expresa a través de la Doctrina Social de la Iglesia, la cual brota de la enseñanza de Jesucristo plasmada en el Evangelio. Es una doctrina en cuanto expone una enseñanza. El ánimo por instruir, con palabras y con el testimonio, los valores plasmados en la Palabra de Dios, constituye la razón de ser fundamental de la Doctrina social de la Iglesia.

El Papa Pablo VI en su carta apostólica Octogesima adveniens en 1971 expresa esta misión de la Iglesia: “Frente a situaciones tan diversas, nos es difícil pronunciar una palabra única como también proponer una solución con valor universal. No es este nuestro propósito ni tampoco nuestra misión. Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país, esclarecerla mediante la luz de la palabra inalterable del Evangelio, deducir principios de reflexión, normas de juicio y directrices de acción según las enseñanzas sociales de la Iglesia tal como han sido elaboradas a lo largo de la historia (…)”.

Diverso a una ideología que tiene caducidad en el tiempo o límites en el espacio, la enseñanza social de la Iglesia expone los valores perennes que favorecen la buena vida en común; la Iglesia mediante este medio no pretende imponer ideas o creencias, sino expresar la posibilidad del buen vivir desde una moralidad que considera la centralidad de la persona humana y su inviolable dignidad que tiene por ser hijo de Dios.

El carácter científico de la Doctrina social de la Iglesia le es dado por su relación con la Teología moral. Podemos afirmar que la Doctrina social es la ciencia moral que se hace a la luz de la fe y la razón acerca de la vida de la persona humana en sociedad. Asimismo, tiene como característica particular la relación con otros saberes: economía, política, sociología, pedagogía, ecología, filosofía, etc. con los que entra en diálogo abierto enriqueciendo la visión cristiana del mundo. De esta manera, la voz de la Iglesia resuena en la actualidad con mayor ímpetu en los diversos contextos y escenarios de la vida humana social.


Rerum Novarum

JOSUÉ DAVID PEÑA COLOMBO

Pocos imaginaban que la encíclica que presentó el Papa León XIII el 15 de mayo de 1891, que habla sobre la situación de los obreros, marcaría un hito en el pensamiento social de la Iglesia. En efecto, este documento es identificado como el prototipo de lo que con el tiempo, y gracias a la reflexión de hombres ilustres, se convertiría en la Doctrina Social de la Iglesia.

El contexto de dicho documento se sitúa al final del siglo XIX, después de la revolución industrial. Durante aquellos años la situación de los proletarios era inhumana. Los campesinos abandonaban sus pueblos para instalarse en las grandes urbes y, tanto hombres y mujeres, así como niños y ancianos, eran sometidos a largas y dolorosas horas de trabajo. Muchos, además, vivían en la pobreza, pues a causa de la implementación de las máquinas industriales eran despedidos de sus trabajos. Así que, para poder conseguir un poco de pan para su familia, no tenían otro remedio más que aceptar las migajas que les ofrecieran sus patrones. Esto, por otro lado, había generado la inconformidad de los súbditos, y por ello cada día era más común ver que numerosos grupos de obreros, alborotados por los socialistas, se levantaran en armas, exigiendo de un modo nada pacífico el respeto de sus derechos.

El Papa, por tales razones, se vio en la necesidad de ofrecer al mundo el pensamiento de la Iglesia sobre estos asuntos, para que así estos problemas encontraran la solución más eficaz, de acuerdo con el pensamiento cristiano y en la promoción del respeto a la dignidad de la persona humana.

Los temas que el Santo Padre aborda en la encíclica se desprenden de las necesidades del momento. Al principio aborda el ambiente social de los proletarios: “el tiempo fue insensiblemente entregando a los obreros, aislados e indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores. […] las relaciones comerciales de toda índole se hallan sometidas al poder de unos pocos”. Después, analiza la cuestión de los movimientos socialistas que pretendían eliminar las diferencias de clases, aboliendo la propiedad privada. Acerca de esto dice que: “los socialistas empeoran la situación de los obreros, en cuanto tratan de transferir los bienes de los particulares a la comunidad, puesto que, privándolos de la libertad de colocar sus beneficios, con ello mismo los despojan de la esperanza y de la facultad de aumentar los bienes familiares y de procurarse utilidades”. Además, asegura que la propiedad privada es un derecho natural que se desprende de la ley eterna de Dios y que debe ser protegida por las leyes humanas.

Muy en relación con esto, habla sobre la relación entre la sociedad civil y la doméstica, es decir la familia. De esta segunda dice que siendo “lógica y realmente anterior a la sociedad civil, se sigue que sus derechos y deberes son también anteriores y más naturales”. De la sociedad civil dice que esta tiene como finalidad principal resguardar los derechos naturales del hombre, pues lejos de otorgarlos ella sólo los reconoce. Y sobre el Estado menciona que este tiene como como deber “velar por el bien común”. Y que a este bien deben contribuir todos los ciudadanos, aunque no todos “pueden aportar lo mismo ni en igual cantidad”.

Como invitación final ofrece algunas directrices que se deben seguir para que el trabajo de los obreros sea más justo, humano y conforme al pensamiento cristiano: “que los derechos y deberes de los patrones se conjugan armónicamente con los derechos y deberes de los obreros”.



ANIMA VERBI: POR JUAN PABLO ROJAS TEXON


Una “encíclica” (en griego, egkýklios; de eg, asimilado con en, y kýklios, ‘circular’) es una “circular” que el papa envía a obispos y creyentes católicos, en la cual diserta sobre temas de urgencia mundial. Si bien hay excepciones, estas cartas por lo general señalan problemas que ponen en riesgo la fe y la moral de las sociedades, establecen conductas para afrontar dificultades, exhortan a la esperanza, incluso condenan los excesos del hombre. Por eso, una encíclica puede entenderse como una invitación de la Iglesia a sostener un diálogo abierto con el fin de enriquecer la vida espiritual humana.

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