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Nadie está exento de colaborar

E D I T O R I A L

Nadie está exento de colaborar

La persona humana está inmersa en la sociedad, vive en continua relación con el otro. Esto le permite desarrollarse de manera íntegra, conforme a lo que es; buscando la cohesión, la unidad y la óptima organización de la sociedad civil, guiada en la libertad, la verdad y la justica; con el fin de llegar al bien común, en el que toda persona ha de participar, según sus propias capacidades y funciones.

Sin embargo, no todos los sectores poblaciones piensan en un bien para todos, por el contrario, desean un bien particular. Un ejemplo de ello, lo podemos notar en nuestro país, algunos individuos poseen un mayor desarrollo, derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora. En el que el capital no obra conforme a la justicia y la moral, para obtener un beneficio lícito, sino que, se valen de la prole como un medio para alcanzar fines propios, descuidando y rechazando que el bien sea para todos. Esto no quiere decir, que sólo el capital debe obrar por el bien común. Indudablemente, es un deber, para todos los miembros de la sociedad, trabajar por el bien común; pues nadie está exento de colaborar. Por lo que podríamos preguntarnos, en mi sociedad ¿cómo contribuyo en el desarrollo del bien común?


Una decisión por el bien común

GONZALO HERRERA BARRERA

En 1962, estando la guerra fría en su mayor auge, las dirigencias políticas de los Estados Unidos y la Unión Soviética protagonizaron uno de los acontecimientos de mayor gravedad en nuestra historia contemporánea; conocerlo y reflexionarlo a la luz de lo que ha de ser una práctica política me ha resultado cada vez de mayor interés.


El que hasta hoy sigue siendo la persona más joven que asume la presidencia de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, llevaba un año en el cargo y una presión que se agravaba por circunstancias que se vivían en torno a él: su juventud, por lo que podría asumirse falta de experiencia; la herencia paterna del pacifismo que contrastaba con el ímpetu que se exigía por pobladores y dirigentes políticos y militares; la nueva problemática social en el país: los derechos civiles que empezaba a desestabilizar al interior; el nepotismo al nombrar a su hermano Fiscal General; el fracaso de una intervención militar contra el régimen de Castro en Cuba; el ser católico en una sociedad en la que sin ser anticlerical, no era mayormente católica; y, por si fuera poco, su conocida característica de mujeriego que le trajo más de un dolor de cabeza a su administración; en fin, el escenario de por sí complicado se matizaba aún más dramático.


Y es aquí donde entra lo interesante, un hombre que es visto, por su investidura, como el que ha de tomar una decisión sobre qué hacer ante la amenaza que el enemigo tiende al estar instalando misiles de largo alcance en la isla de Cuba, y cuando parte de su gabinete está convencido que se ha de realizar un ataque armado contra ello, reflexiona con sus más cercanos sobre lo que se ocasionaría al tomar esa iniciativa: la tercera guerra nuclear.


De acuerdo con documentales y videos existentes, puede uno darse cuenta que no fue sencilla la decisión, y sin embargo, se dio.


Un año después se daría el nuevo tiempo de elecciones en el país, y la decisión que tomara o le daría o le quitaría preferencias, así que electoralmente el termómetro estaba listo para marcar una tendencia. Hoy, si se va a participar en una campaña política se está convencido que hay que hacer y decir lo que la gente busca y quiere; Kennedy, parece, no lo hizo así, pues asumió, junto con Nikita Jrushchov, Premier soviético, un costo político por el Bien Común, no sólo por los Estados Unidos o por la Unión Soviética, sino por el de la Humanidad: no ir a la inminente guerra que devastaría, sino a la negociación que podría hacer ver como “apocados” a los participantes; se negoció y, la historia mostró los costos.


Partiendo de la filosofía política clásica, el objetivo del dirigente de una Comunidad es trabajar y contribuir con su capacidad para alcanzar el gran objetivo: el Bien Común; se podrá, de ahí, juzgar si su labor es correcta o incorrecta.


Se cuenta que Kennedy mantenía en su escritorio, y que se ve en la película Trece días, una frase que inspira a ser humildes ante la grandeza de las tareas, y trabajar por el Bien Común lo es: “Oh Señor, Tu mar es tan grande y mi barca tan pequeña”.




De Persona a Persona

POR JUAN PABLO ROJAS TEXON

Hans Jonas


En El principio de responsabilidad, su obra máxima, Hans Jonas realiza un análisis en torno a los influjos de la técnica en el mundo contemporáneo, a partir del cual plantea una tesis tan cierta como desalentadora: “la promesa de la técnica moderna se ha convertido en una amenaza”. No se refiere a una amenaza que atenta exclusivamente contra la naturaleza física (lo cual es ya un problema muy grave cuyas consecuencias han ido en aumento a una velocidad alarmante) sino que trasciende el supuesto, hasta entonces admitido entre los filósofos, de una naturaleza humana fija de una vez para siempre (ya que puede ser desfigurada mediante diversas manipulaciones).


Se trata de un asunto que coloca “al hombre ante el mayor reto que por su propia acción jamás se le haya presentado”. Razón por la cual ninguna de las éticas clásicas es capaz de brindar los principios morales que rijan el proceder de la alta tecnología del siglo XX. En medio de este progreso que al mismo tiempo es retrógrada porque amenaza la subsistencia de la humanidad, “sólo la previsible desfiguración del hombre nos ayudará a alcanzar aquel concepto de hombre que ha de ser preservado de tales peligros”. A esta previsibilidad en la que “solamente sabemos qué está en juego cuando sabemos que está en juego” Jonas la llama “heurística del temor”.


La “heurística del temor”, más que a una ética de la prudencia (circunscrita al ámbito inmediato e interpersonal aún decisivo en el día a día), aspira a una ética de la responsabilidad, es decir, una ética que, afianzada en la metafísica, responda plenamente “la pregunta de por qué debe haber en general hombres en el mundo; de por qué es, por tanto, válido el imperativo incondicional de garantizar su existencia futura”. En otras palabras, la revolución técnica no precisa de una ética que se concentre en el acto moral momentáneo y en el prójimo con quien se convive, sino de otra cuyos alcances sean a futuro y considere a la totalidad del globo terráqueo.


Jonas no niega la importancia de la ética “próxima”, que se guía por los preceptos de justicia, caridad, honradez, etcétera, tan indispensables en la esfera cotidiana de los efectos humanos recíprocos. Lo que señala es que dicha esfera “queda eclipsada por un creciente alcance del obrar colectivo, en el cual el agente, la acción y el efecto no son ya los mismos que en la esfera cercana y que, por la enormidad de sus fuerzas, impone a la ética una dimensión nueva, nunca antes soñada, de responsabilidad”.


De este modo formula un nuevo imperativo dirigido a un nuevo tipo de sujetos con un nuevo tipo de acciones humanas. Se trata del principio de responsabilidad: “Obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida auténtica en la Tierra”. Expresado negativamente: “Obra de tal modo que los efectos de tu acción no sean destructivos para la futura posibilidad de esa vida”. Otra variante: “No pongas en peligro las condiciones de la continuidad indefinida de la humanidad en la Tierra”. Una forma más: “Incluye en tu elección presente, como objeto también de tu querer, la futura integridad del hombre”.


Ahora bien, el imperativo propuesto por Jonas no se sostiene en la coherencia racional como el imperativo categórico de Kant. La violación del principio de responsabilidad no implica contradicción racional alguna, pues alguien podría querer el bien presente sacrificando el bien futuro. Sin embargo, ese alguien deberá tener en cuenta que si bien le es lícito sacrificar su bien futuro, le está prohibido sacrificar el bien futuro de los demás. Nadie tiene derecho a arriesgar el no-ser de las generaciones futuras por causa del ser de la generación actual. ¿Por qué? Es algo muy difícil —quizás imposible— de justificar. Pero si no lo tomamos como un axioma el género humano está condenado a la extinción.


Nacido en Mönchengladbach (Alemania) el 10 de mayo de 1903, en el seno de una familia de confesión judía, Hans Jonas fue una de las voces más importantes de todo siglo pasado y su legado literario es imprescindible para entender el porvenir del mundo. En sus inicios estuvo influido por M. Heidegger, un profesor casi desconocido en aquella época, y por el teólogo R. Bultmann, hasta que el nacionalsocialismo lo obligó a dejar Alemania. Entonces se incorporó a la Brigada Judía que luchaba en el ejército británico contra los nazis. Alejado del mundo libresco, se vio remitido por su entorno al mundo biológico (el cuerpo, el organismo, el dualismo psicofísico) y en él halla el punto de arranque de sus futuras investigaciones.


Luego de la guerra, la vida intelectual de Jonas transcurrió entre los muros de distintas universidades de Europa y América. Incluso tras su jubilación redacta obras que le conceden el reconocimiento mundial. Pues lo que le interesó hasta el fin de su vida fue preservar la “imagen fiel” del hombre; “mantenerla incólume a través de los peligros de los tiempos, más aún, frente al propio obrar del hombre”.



ANIMA VERBI:

Anima verbi

JUAN PABLO ROJAS TEXON


El gentilicio “judío” (en hebreo, yhwdy; de yehûdāh, ‘Judá’) designó original y exclusivamente al “habitante del Reino de Judá”. Originalmente, porque los judíos se consideraban descendientes directos del patriarca. Exclusivamente, en tanto que las otras tribus eran referidas por sus propios nombres. Sin embargo, al paso del tiempo y a causa de diversos avatares el adjetivo fue adoptando distintas acepciones hasta que se hizo extensivo a toda la comunidad hebrea. De este modo, el término judío llegó a connotar al pueblo elegido por Dios para una gran misión (Jn 4, 22). Aunque, según las Escrituras, esa gran misión mesiánica devino en la condenación del Mesías (Mt 27, 26; Mc 15, 15; Lc 23, 24; Jn 19, 16).



FRASE DE LA SEMANA: “Todos los individuos y grupos intermedios tienen el deber de prestar su colaboración personal al bien común”. Juan XXIII

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