Al concluir el año 2017, estamos obligados a dar gracias con todo el corazón a Dios y a cada una de las personas que han colaborado con nosotros para cumplir nuestros deberes y caminar hacia donde nos hemos propuesto. Y, al mismo tiempo, al iniciar el año 2018, tenemos la magnífica oportunidad de trazarnos nuevas metas y propósitos para continuar con entusiasmo en el camino de la vida. El inicio del año debe llenar nuestro corazón de nuevas alegrías y esperanzas.
Al iniciar el nuevo año, todos podemos unirnos a la jornada mundial de la paz, que celebramos cada primer día del año, para crecer en el compromiso de trabajar por la paz del mundo. Sabemos que la paz hay que construirla cada día. La paz es fruto del amor mutuo, el respeto, la comprensión, la paciencia y la actitud de aprender a convivir como seres humanos con otros seres humanos. En realidad, Dios es quien infunde la paz duradera y profunda en la conciencia de cada uno de los que se comprometen a mantener una buena voluntad.
La paz es posible, es necesaria, es urgente. Cristo, en el sermón de la montaña, llamó “dichosos” a los que trabajan por la paz, porque es una labor que debe intensificarse cada día. No podemos quedarnos con los brazos cruzados ante la inseguridad y la violencia. Y, además, Jesús señala que los que se empeñan por la paz del mundo, “serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9), como una identificación particular de unión con la misión del mismo Redentor.
El primer acto de crecimiento en la paz es la oración. Pidamos por la paz. Los conflictos se dan por intereses cerrados y mal manejados. Los más grandes conflictos de la historia, sobre todo las guerras entre las naciones, se han resuelto con acuerdos ‘de paz’. Seamos constructores de paz, no destructores del mundo.
Fomentemos un mayor respeto de unos y otros, de las personas que habitamos el mundo y compartimos tiempo y espacio común, de los bienes ajenos y de toda la naturaleza, confiada por Dios en nuestras manos. San Francisco de Asís cantaba a Dios: “Hazme un instrumento de tu paz”, para pedir ser un canal, dócil a la acción del amor de Cristo. En Dios todos podemos encontrar siempre una fuente inagotable de paz. ¡Confiemos más en Él!
Finalmente, invoquemos a María, la reina de la paz. De ella aprendemos que del amor de Dios nace la paz; como María debemos meditar la palabra divina y ponerla en práctica para trabajar eficazmente y sin descanso por la paz.
A nombre del Señor Arzobispo Hipólito Reyes Larios, del Arzobispo Emérito Sergio Obeso Rivera y de un servidor, les deseamos a todos un año nuevo 2018 lleno de bendiciones, con evidentes signos de paz y esperanza para todos en nuestra amada Arquidiócesis de Xalapa. ¡La paz de Cristo esté siempre con ustedes!