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Página Concilio 28 de enero de 2018

E D I T O R I A L

Sobre los hombros de gigantes


El 28 de enero se celebra en toda la Iglesia a Tomás de Aquino. Reconocido como santo y a quien se le ha dado el mote de “Doctor Angélico”, “Doctor Común” y “Doctor de la Humanidad”. En filosofía se conoce como el “Aquinate” por antonomasia de gentilicio.

Este día muchas universidades recuerdan a su patrono, por lo que la fiesta sobrepasa las instancias del catolicismo. Su obra, voluminosa y profunda, sigue siendo admirada por su grado tan alto de erudición.

El intelectual dominico no distinguía entre oración y estudio, su estudio era oración y su oración estudio; por eso llegó al arrebatamiento de la contemplación y de ahí que sea conocido como Doctor Angélico, así como Doctor Común por la elucubración de la caridad, y Doctor de la Humanidad por su disquisición sobre la paz. Para él, la vida intelectual y la vida espiritual están íntimamente ligadas en el hombre de fe.

El catolicismo le debe a santo Tomás la mayor de sus notas: la compatibilidad de todo pensamiento filosófico con el cristianismo. Por esto es punto de referencia para el diálogo y la mediación entre los extremos ideológicos del pasado, del presente y del futuro.

Sostenerse sobre los hombros de gigantes es una actitud filosófica para comprender la historia de la humanidad: qué mejor manera de enfrentar los enigmas de la existencia humana que sobre los hombros del Aquinate, quien comprendió que el hombre es síntesis de todo lo existente.

Concilio conmemora la fiesta de santo Tomás de Aquino, patrono de los estudiantes, recordando uno de sus consejos para lograr el tesoro de la ciencia: “Esfuérzate en colmar la capacidad de tu mente, cual deseoso de llenar un vaso vacío”.


Tomás de Aquino en los Seminarios católicos

POR MARCOS ALEJANDRO RAMÍREZ

En los Seminarios católicos hay una “Etapa discipular” en donde se lleva a cabo el estudio de la Filosofía, con el fin de que el alumno obtenga una capacidad crítica para hacer una reflexión acerca de la Verdad. Obteniendo apertura con las demás ciencias. Por la importancia que tiene el estudio de esta ciencia se le preguntó al Pbro. Lic. Francisco Palmeros Palmeros, rector del Seminario Arquidiocesano de Xalapa, lo siguiente:

¿Por qué se estudia filosofía durante la formación sacerdotal?

“La filosofía tiene como cometido hacer un estudio de las primeras causas de todas las cosas, es decir, del hombre, del mundo y de Dios; además establece las relaciones que hay entre ellos. También ayuda en la estructuración de un pensamiento correcto y a desarrollar una reflexión teológica más profunda y certera”.

¿Cuál es la razón por la que se estudia el “Tomismo” en el Seminario?

“Estudiar el Tomismo es considerar la filosofía Perenne. Una filosofía en defensa de las verdades teológicas. Además está relacionado con los principios que profesamos y proporciona elementos propios para hacer una reflexión de ella misma. Se estudia la relación que tiene el Tomismo con las diversas doctrinas. En nuestra casa de formación es base y sustento esta filosofía, asimismo se estudian otras doctrinas, especialmente las modernas y contemporáneas, las cuales tienen más incidencias en la vida actual, porque el estudio de la filosofía quiere dar respuestas a las situaciones o a las problemáticas actuales”.

Antes de los Seminarios: ¿Dónde se estudiaba la filosofía tomista?

“Se estudiaba en las órdenes y congregaciones religiosas, de manera muy insipientes. El estudio de la filosofía se estableció de manera propia en las universidades, sustentadas por la Iglesia católica; incluso muchos de los grandes pensadores y doctrinas se debe a la reflexión que la Iglesia generó en ellas”.

Antes de santo Tomás: ¿Cuál era la reflexión de la Iglesia (corrientes, pensadores, filósofos…)?

“Antes de santo Tomás nos remontamos a la reflexión de los Santos Padres de la Patrística. Pero la misma filosofía tiene una historia, de la misma forma la Iglesia retoma desde la filosofía griega, los presocráticos, Platón y Aristóteles. Los dos últimos son una base muy fuerte para una reflexión posterior: Agustín era uno que sustentaba estos elementos de los filósofos antiguos, él tiene mucha influencia de Platón y sigue esa línea. Los filósofos anteriores a Aquino fueron importantes para hacer una cavilación filosófica y teológica”.

¿Cuál es el motivo fundamental por el que la Iglesia comenzó a hacer una reflexión filosófica?

“En los orígenes de la Iglesia, cuando se comienza a configurar la profesión de fe, el Credo, surgen muchas preguntas, doctrinas y herejías. Por eso, quienes hacían la reflexión filosófica se dieron cuentas que faltaba sustentar la fe católica recurriendo a términos que explicaran las realidades tan profundas del misterio de la fe: la vida de la cristiandad y la vida de Cristo. Un ejemplo, es hablar de la persona y la naturaleza. En la Iglesia decimos que Cristo es una persona y son dos naturalezas: la humana y la divina, para decir esto se requiere de un sustento filosófico, porque son términos que ya se habían abordado anteriormente. La razón principal por la que se comienza aprovechar la reflexión filosófica es por la aplicación de términos que ayudan a precisar, y así no caer en contradicción de la misma fe católica. Porque por una sola palabra o un sólo término se precisa la fe. La filosofía fue aprovechada por la teología para la precisión de términos y la profundización de las verdades reveladas. La filosofía pone a la teología toda una serie de conceptos, que ayudará a la profundización teológica para hacerla más profunda y precisa, es por esto, que la Iglesia retoma la filosofía y la reconoce como tal”.

Por lo tanto, podemos decir que la fe y la razón se encuentran en el hombre y cohabitan en un mismo cuerpo, es por eso que santo Tomás hace una conjunción entre los dogmas de fe y la razón.




De Persona a Persona

POR JUAN PABLO ROJAS TEXON


Zygmunt Bauman


El término con el cual Zygmunt Bauman denomina el modo de vida en la sociedad contemporánea es “líquido”, porque la liquidez “no puede mantener su forma ni su rumbo durante mucho tiempo”. Una sociedad cuyas condiciones de conducta cambian antes de que el comportamiento de sus miembros pueda afianzarse y establecer un parámetro definido de actuación es una sociedad escurridiza, sin consistencia, que aniquila toda posibilidad de un “bien duradero”. Así pues, “una vida líquida es una vida precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constante”.

Un diario vivir de esta naturaleza pone en jaque al individuo, lo urge a estar atento a la serie de cambios vertiginosos que le rodean para no quedarse rezagado y, a la larga, darse cuenta de que el enfoque bajo el que vive ya no es el adecuado. En este sentido, “la vida líquida es una sucesión de nuevos comienzos” donde lo más importante no es adquirir sino desechar. Cada inicio parte de un desprendimiento y tiende a un reemplazamiento: lo que ayer era novedoso hoy es obsoleto y lo que ahora se logra con deleite mañana se sustituirá con hastío, una y otra vez, en un movimiento progresivo de finales.

Modernizarse o morir es lema de la sociedad consumidora. Tal sociedad “destruye otras formas de vida y, con ello, indirectamente, a los individuos que las practican”. Bauman compara esta modernización con el juego de las sillas en versión siniestra: quien se queda de pie en la pista de dimensiones planetarias es catalogado como desecho. La competencia es global, pero la dirigen hombres hedonistas de carácter ágil y volátil, inmunes al vértigo y a la desorientación de la vida líquida, a su falta de itinerario. Para ellos “la precariedad es un valor y la inestabilidad un imperativo”. Su liviandad y revocabilidad los vuelve capaces de “prosperar en medio de la desarticulación”.

El problema es que en este juego hay participantes involuntarios que no pueden darse el lujo de vivir al ritmo de semejantes cambios, pero tampoco tienen la libertad de no intentarlo. Aunque lloren y bufen de rabia son víctimas de la creciente oscilación mundial. Su fatalidad es “innegociable, irreversible e irredimible” y cualquier tentativa de rebeldía se paga con “la dura moneda del sufrimiento y el trauma”. En la sociedad líquida ser pobre no es una opción, pues si “el grado de decoro se mide por los estándares establecidos por la sociedad, la imposibilidad de alcanzarlos es causa de zozobra, angustia y mortificación”.

La modernidad consumidora hace de la pobreza una vida anormal que no está a la altura de las demás, generando vergüenza y resentimiento en quienes la padecen y dañando su autoestima. El paso de esa degradación social a la felicidad ficticia está en la superación de la propia incapacidad de consumo. La paradoja radica en que “cuanto más pobres son los pobres, más altos y caprichosos son los modelos puestos ante sus ojos”. Su condena es vivir en el mismo mundo que los ricos: ideado para su beneficio y donde “el objeto de adoración es la riqueza misma”.

Por otra parte, en el mundo líquido que los ricos moldean a su antojo también hay reveses. Si bien los poderosos gozan de hartura material, carecen de plenitud espiritual. Viven en y por un presente perpetuo, en busca de tanta satisfacción como puedan. Su máxima es “consumir y disfrutar aquí y ahora”, sin importarles las futuras generaciones. Así pasan a formar parte del “lumpenproletariado espiritual”, a saber, la clase de los ricos andrajosos, pobres de espíritu, a quienes la noción de eternidad nada les dice.

Nacido en Poznan (Polonia), en el núcleo de una familia de origen judío, Zygmunt Bauman fue uno de los más grandes sociólogos contemporáneos. Muy joven se enlista en el ejército y colabora algunos años para la inteligencia militar polaca. Tal es su desempeño que hacia 1945, con 19 años encima, le otorgan la Cruz Militar al Valor. Más tarde va de la Universidad de Varsovia a la de Tel Aviv y de E.E.U.U. a Canadá, hasta que a inicios de los 70 se instala en Leeds, donde permanece hasta el 9 de enero de 2017, día de su muerte.

Bauman fue un agudo observador de la sociedad presente, tan falta de identidad. En un mundo sin cimientos, hay que optar por la verdadera educación, capaz de brindar solidez y duración a la existencia, pues una vida líquida es una vida devoradora que despersonaliza a cuantos la viven, sean ricos o pobres, y vuelve desechable todo tipo de relación, porque se alimenta de la insatisfacción del yo consigo mismo.


Neotomismo: una búsqueda sana de la verdad

POR SERGIO PÉREZ PORTILLA


La historia de la humanidad ha conocido diferentes propuestas filosóficas, mismas que han luchado por conocer y compartir el saber de las cosas, la verdad alcanzada y la influencia que sobre los seres humanos ejerce. Un recto buscar siempre será lo más sano, y dará una certeza real sobre lo encontrado y pistas sobre lo que no. La recta intención es inicio del camino que conduce a la verdad.

En este universo de propuestas filosóficas, allá del siglo XIII surgió una de las lumbreras más grandes que el hombre haya visto: Tomás de Aquino. Este gran pensador propuso un sistema que, en una imagen usada, se le conoce como una gran catedral, dada la estructura tan coherente y equilibrada en sus diversas disciplinas. Llamémosle tomismo, pues al tiempo que logra reunir lo más destacado de los grandes filósofos –Aristóteles, para empezar–, también propone en ciertas líneas cuestiones novedosas, por así llamarlas. Su lectura del hombre, su intuición y su argumentación sobre Dios, su visión del mundo y de los seres, son realmente aceptables.

Con el paso del tiempo, con el final de la Edad media, con la llegada de nuevas ideas, de nuevos descubrimientos, y con la construcción de nuevos sistemas de conocimiento y de pensar, incluso con la aparición de nuevas propuestas religiosas y culturales, el sistema tomista cayó en desuso, cuando no en rechazo. El modernismo, el racionalismo, el idealismo e incluso el positivismo le plantaron cara a la ya vista como antigua doctrina tomista. Parecía ser el final.

Pero lo que nace de la verdad nace para siempre, por lo que únicamente era cuestión de tiempo que se volviera a valorar la doctrina sana, con recta intención y con loable estructura. Así, en el siglo XVIII vieron la luz los inicios de lo que después se consagraría como el neotomismo: la relectura de la propuesta tomista, la nueva comprensión y la incorporación de los valores de la cultura moderna, respetando siempre no tan solo el espíritu, sino muchas veces la letra del pensar y proceder del Aquinate.

En el siglo XIX, el Papa León XIII publicó la encíclica Aeterni Patris, donde reivindicaba la lectura tomista frente a los sistemas imperantes –algunos en ocasiones incomprensibles–, y esto hizo que el neotomismo se posicionara con gran peso. Y hoy aún está de pie.

La doctrina neotomista no intenta imponer ideas antropológicas o teológicas, sino hacer uso de lo que somos y tenemos: nuestra razón, nuestros sentidos y, en último término, la revelación que Dios hace de sí mismo.


ANIMA VERBI:

Anima verbi

POR JUAN PABLO ROJAS TEXON


La “escolástica” (en latín, scholastica; de schola, ‘escuela’) es el periodo medieval durante el que florecen las grandes “escuelas” europeas. En esta etapa la corriente por excelencia fue la teológico-filosófica, la cual concilia fe y razón bajo el supuesto de que ambos tipos de conocimiento provienen de Dios y apuntan hacia la misma verdad, aunque por distintas vías. La razón ayuda a profundizar el misterio revelado por la fe y, en ese sentido, presta servicio a un fin más hondo y sublime que el de las cosas sensibles. Son diversos los sistemas que se dieron sitio en esta época, pero uno de los más sólidos y actuales es el tomismo, para el que el fin último del hombre consistirá en la visión de Dios.



FRASE DE LA SEMANA: «La raíz de la libertad se encuentra en la razón. No hay libertad sino en la verdad» Tomás de Aquino.

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