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Sobre el mal

E D I T O R I A L

Sobre el mal

¿Por qué existe el mal? Esta inquietud ha acompañado la reflexión de la humanidad a lo largo de toda la historia. Al contemplar la no necesidad de su existencia y la levedad de su permanencia en el tiempo, el hombre se pregunta por qué hay ausencia de bien. Aristóteles afirmó en la antigüedad, que el mal no es más que la privación o ausencia de un bien que por naturaleza corresponde a un ser determinado; sin embargo, esa ausencia o privación es, hasta cierto punto, algo que acompaña el proceso de maduración y plenitud de todos los seres. Y esa es la experiencia de todos los que tenemos capacidad de reflexión.


La pregunta por el mal es una cuestión que el hombre no puede eludir. Por eso, le corresponde valorar y conocer qué es, de dónde surge, cuál es su razón de ser y con ello ser parte de la apremiante búsqueda humana por la interpretación y la representación de la verdad de la realidad en la que vive.


La existencia del mal

MARTÍN SUAZO MORALES

En un sentido primero, la noción de mal se dice por la calificación moral a un acto humano (bueno o malo), según se ajuste o no a la norma de su rectitud. En un sentido ontológico, el mal propiamente no tiene ser, por ello, se identifica con la nada, ya que algo es bueno en cuanto es. En un tercer sentido la existencia del mal en el mundo es relacionada con la enfermedad, pecado, miseria, es una realidad negativa, adversa, algo no deseado.


Se puede abordar desde la filosofía el tema del mal con la Ética: ciencia que estudia los actos humanos en cuanto su fin último, que es el perfeccionamiento de la naturaleza humana. Lo que sería bueno o malo serían las consecuencias derivadas de acciones humanas, pues la moral sólo aplica a las personas, porque dichas consecuencias antes mencionadas obedecen a decisiones llevadas a la práctica con el uso de la inteligencia, voluntad y libertad de la persona, por ello, representan una elección con una carga moral.


Lo malo se refleja en el acto realizado, para hablar de la existencia del mal, se tiene que mencionar el acto realizado que tiene una consecuencia negativa y daña a terceros. En pocas palabras es más fácil presenciar el mal por las consecuencias de actos realizados, que tienen afección negativa en terceros.


Teniendo en cuenta lo antes mencionado es necesario resaltar que todo ser por naturaleza es bueno, por eso el mal no tiene existencia entitativa, es decir, no es un ser en sí; sin embargo, hay mal en el mundo, por ello hay que conocer la causa que da origen al mal. Lo bueno y lo malo surgen como consecuencia de un acto humano llevado acabo con el uso de las facultades del alma (inteligencia, voluntad, libertad) dicho acto tiene una carga moral, positiva o negativa, por tanto, hay quienes dicen que el mal surge como un defecto en el efecto de la causa segunda: Dios es la causa primera, la persona la causa segunda, un efecto del ser humano es la libertad, aquella capacidad que posee el hombre para elegir una cosa u otra; cuando el ser humano hace uso incorrecto de su libertad y elige algo que le afecta a su ser: surge el mal.


La ética tiene como un objetivo encaminar al ser humano hacia la perfección de su naturaleza humana, teniendo en cuenta que la persona es un ser sociable, por ello juzga los actos humanos conforme a la reacción que producen, positiva o negativa, en cuanto a su ser y el ser de las demás personas que conviven con él. Cuando un acto humano no conduce al perfeccionamiento ontológico se considera malo y quien lo realiza tiene culpabilidad por ser la causa de ese mal, claro que esto dependerá del objeto, fin, y circunstancias con que se haya realizado.


Hay quienes consideran que para que haya un equilibrio en el mundo debe existir un punto medio entre el bien y el mal, porque existe dos fuerzas opuestas, una estrictamente buena y otra estrictamente mala, sin embargo, esto es un error, pues no existe un ser ontológicamente malo, pues el Ser es uno, bueno, y verdadero. Y para que exista un perfeccionamiento en el hombre, las acciones que ejerce deben ser buenas.


Mito o realidad: el infierno

REMIGIO ROJAS

Si hacemos un recorrido por la historia de las civilizaciones, encontraremos que comparten rasgos comunes, uno muy peculiar es la idea de un lugar sombrío en el más allá: el infierno. Los orígenes exactos de éste son desconocidos. Desde la antigüedad hasta nuestros días su expresión ha ido evolucionando, la cual va desde un lugar siniestro en el más allá, hasta una situación de angustia existencial vivida en esta vida. La aportación filosófica de la racionalización del mal, así como las situaciones y eventos sociales de la época, han hecho posible la construcción de la idea más particular del infierno: el infierno cristiano.


En la antigüedad la noción del infierno estuvo presente en diferentes civilizaciones, distanciadas tanto en el espacio como en el tiempo. Se afirmaba que mientras el hombre no sea capaz de resolver su propio enigma, imaginará un infierno. Durante el segundo milenio, antes de nuestra era, se concibió al infierno como un lugar sombrío, donde se prosiguen las actividades terrenas, con la característica singular de la no retribución ni castigo por las acciones cometidas, esto probablemente por la ausencia de un código moral establecido o por la falta del concepto de responsabilidad o exigencia moral dentro de una sociedad.


Con el paso del tiempo la idea del infierno tomó diferentes interpretaciones, hasta llegar a la más particular por sus características propias: la idea del infierno cristiano. Pero para que se gestara esta noción cristiana del infierno, tuvo que desarrollarse la noción del infierno del medio oriente y la grecorromana. La inclusión de tormentos, los cuales se expresaban en forma poética y de imágenes, dio lugar a la presentación de un infierno mucho más humano. En algunos lugares como en medio oriente, se presentó la visión de un infierno temporal, esto por la visión cíclica del tiempo que tenían. Lo más sobresaliente fue las características que se le atribuyeron a partir de la reflexión filosófica del mal, convirtiendo la noción del infierno en una forma más abstracta y racional.


La visión cristiana del infierno tiene su origen en la concepción judía del mismo. Fue hasta los Padres de la Iglesia, en especial con san Agustín, quienes establecieron la concepción casi definida del infierno cristiano, el fuego y los gusanos se convirtieron en los elementos esenciales. Durante la edad media la noción del infierno tomó un uso pastoral y de adoctrinamiento, sin embargo, el abuso de la utilización de la idea del infierno, como lugar de tormento o castigo en el más allá, tuvo que ser aclarada y aceptada con la institución del dogma cristiano sobre la existencia y la eternidad del infierno, por el IV Concilio de Letrán. Así el infierno cristiano se distinguirá por tres características principales: la pena de daño, la pena de sentido y la eternidad de las penas.


La noción del infierno se convirtió así en una experiencia de fe. ¿Será la misma suerte la del pecador, que la del santo? San Pablo en una de sus cartas se expresa “si no hay resurrección de los muertos, comamos y bebamos que mañana moriremos”. La idea del infierno ha estado presente en toda la historia de la humanidad, si bien como un imaginario del hombre, pero también como una adhesión de fe en una religión.


Anima verbi

JUAN PABLO ROJAS TEXON


La “hagiografía” (en griego, hágios, ‘santo’, ‘sagrado’, y graphé, ‘escritura’) es el “registro escrito de la vida de los santos”, cuyo origen tiene sitio en los albores del cristianismo. Sus géneros principales son los textos apócrifos, las leyendas, los martirologios y, más tarde, las biografías sagradas. El propósito de estos era mostrar a la gente los méritos tan extraordinarios de personas comunes que buscaron infatigablemente a Dios, con ascetismo heroico, dominando las tentaciones cotidianas. De este modo, la hagiografía puede entenderse como una literatura que presenta un nuevo prototipo de hombre: el hombre santo.



ESTO YO NO LO SABÍA…

¿Cómo es el infierno?

ÓSCAR JOSUÉ SÁNCHEZ MORALES

“Abandona la esperanza si entras aquí”, es lo que se lee en las puertas del infierno descritas por Dante Alighieri en su obra La Divina Comedia. En este poema Dante resume un amplio conocimiento acumulado durante siglos: desde los antiguos clásicos hasta su mundo medieval, añade su fe religiosa y sus convicciones morales y filosóficas, mezcla religión, astronomía, filosofía, matemáticas y mucho más para realizar una de las descripciones más famosas e ilustradas por diversos artistas, incluso músicos. Aunque es en la época medieval donde aumenta la intención de infundir miedo por el infierno, la idea y algunas descripciones de éste se remontan a las civilizaciones de Medio Oriente como las sumerias, babilónicas, egipcias y hebreas. Dante guarda especial lugar en esta línea histórica, que marca el paso del Medievo al Renacimiento; llegando incluso a concepciones modernas como la descrita por Jean Paul Sartre. Es mucha la analogía y muchas interpretaciones.

… PERO AHORA YA LO SÉ.




FRASE DE LA SEMANA: “Quien se une a la virtud, lo recibe la virtud; quien se une al mal, lo recibe el mal” Lao-Tsé


FOTO: LAO


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