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El hombre como ser histórico

E D I T O R I A L

El hombre como ser histórico es capaz de buscar por sí y en sí mismo el fundamento de sus propias reglas; reglas que deben convertirse en máximas de vida, pues sólo en la práctica moral el hombre es capaz de transmutar su voluntad, de una voluntad corrompida por el desmedido uso de la libertad en orden a fines distintos de su naturaleza, a una voluntad buena que tenga por fundamento una máxima suprema. La cual debe llevar al hombre a ser reconocido como bueno.


La cultura y arte han contribuido en el desarrollo de la disposición a la personalidad en el hombre; es decir a ‹‹la susceptibilidad por el respeto a la ley moral como de un motivo impulsor, suficiente por sí mismo del albedrío››.


De Persona a Persona

JUAN PABLO ROJAS TEXON


Emiliano Jiménez


“¿Quién soy?” es el interrogante que ha inquietado al hombre de cada época y hoy ha de planteárselo con urgencia quien aspire a vivir de modo verdaderamente humano. Tal es una de las tesis esenciales del teólogo Emiliano Jiménez. A su juicio resulta paradójico que en este tiempo de maravillosos avances científicos y tecnológicos haya “una creciente incertidumbre respecto a lo que constituye el ser profundo y último del hombre”. En efecto, sabemos más sobre lo que pasa fuera de nosotros que en nosotros.


La industria y la técnica que pueblan el mundo alienan al hombre en su diario vivir. A eso hay que sumarle los espejismos de la felicidad que ofrece la publicidad invasora. El hombre está fuera de sí; envuelto en una rutina que comienza al despertar, lo transporta al trabajo –en autobús, metro, coche–, lo devuelve agotado a casa al término de la jornada y lo repite de lunes a viernes, siempre al mismo ritmo, el ser humano se mecaniza y desencanta, se despersonaliza, pues siente que la vida le revela “en toda su crudeza el absurdo y el vacío de semejante existencia”.


¿Qué hacer cuando queremos comprender los problemas personales y saber cómo hemos de comportarnos ante ellos? Una pausa, a veces voluntaria, otras suscitada por algún estímulo repentino, ayuda a tener claridad. Lo importante es detenerse en medio del tráfago cotidiano y comenzar a reflexionar, hacer un análisis de quiénes somos y quiénes queremos ser. El cansancio, que está al final de una vida autómata, abre las puertas a la posibilidad de resignificar nuestra vida. Pero la respuesta a la pregunta por la propia identidad resulta de una búsqueda personal.


A veces nos convertiremos en interrogantes para nosotros mismos, como lo dice san Agustín; no obstante, “vivir la propia vida como vida humana significa vivirla en presencia de estos interrogantes”. Una actitud contemplativa puede ser el punto de choque con la realidad, aunque lo más común es que este se dé a causa de la frustración, del fracaso o del conflicto. “Una noticia adversa, la muerte de un ser querido, una desgracia o una desilusión arrancan al hombre de la dispersión para ponerle frente al problema fundamental de su existencia”. El arrostramiento depende de cada uno.


Emiliano Jiménez destaca el papel que juegan las religiones en la búsqueda de la identidad, pues los hombres esperan de ellas una luz que aclare los enigmas más recónditos de la condición humana, del sentido de la vida que todos buscamos y creemos como algo ya existente, al que sólo es preciso encontrar. Sin embargo, ocurre que, si bien todo hombre es humano, el centro gravitatorio de cada quién es único, según sus proyectos y estilo de vida. Cada persona emprenderá su propio viaje hasta encontrar la respuesta que más le convenza.


Conocerse a uno mismo: he ahí la cuestión que acecha al hombre desde que es hombre. La antropología biológica nos ayuda a entender nuestras reacciones instintivas y la capacidad que tenemos para adaptarnos al medio. La cultural nos permite descubrirnos en relación con otros hombres, con sus semejanzas y diferencias. Por su parte, la antropología religiosa “nos aproxima al desvelamiento del misterio” y aun cuando nos deja a la puerta, al atrio del misterio, no sólo nos ayuda a clarificar de manera personal esta cuestión infinita, sino que nos ofrece respuesta a un interrogante consustancial: ¿Qué será de mí?


Nacido en Padiernos (Ávila, España), Emiliano Jiménez Hernández consagró su vida al Señor. Estudió Moral en Roma y más tarde se doctoró en Teología Moral. Por más de quince años fue misionero itinerante en Costa Rica, Panamá y República Dominicana. Asimismo, en Lima, dio cátedra en la Facultad de Teología Civil y Pontificia y el Instituto Superior de Estudios Teológicos, así como en los Seminarios “Redemptoris Mater” de Perú, Holanda, Japón, Taiwán y Australia. En 2003 enfermó de cáncer, padecimiento que le acompañó hasta el último día de su vida, el 25 de agosto de 2007, a los 66 años.


Una de sus obras memorables se titula precisamente: ¿Quién soy yo? En este libro de lectura exquisita el autor escribe: “la auténtica realización del hombre ha de buscarse en la existencia espiritual, que se libera gradualmente del mundo y de la materia”.


ANIMA VERBI:


Anima verbi

JUAN PABLO ROJAS TEXON


El libro del Eclesiastés, en la versión Vulgata, abre con la sentencia: “Vanitas vanitatum et omnia vanitas” (formada con el sustantivo vanitas, ‘vanidad’, en sus casos nominativo singular y genitivo plural, y el adjetivo omnia, ‘todas las cosas’), a saber, “Vanidad de vanidades y todo es vanidad”. El término “vanidad” designa la vaciedad, lasitud, el sinsentido que pesan sobre el hombre al darse cuenta de que, a pesar de sus esfuerzos, nada es seguro salvo la muerte. Así, el versículo puede entenderse como una invitación a reflexionar sobre la fugacidad de los placeres y la caducidad de la vida y a ‘tener en cuenta al Creador antes de que se oscurezcan el sol, la luna y las estrellas y regresen las nubes después de la lluvia’ (12, 1-2).


¿Quiénes deben gobernar?

ABIMAEL MORALES OLMEDO


Platón propone que deben gobernar aquellos en los que brille la veracidad y el conocimiento. Estos deben buscar el bien supremo de la ciudad y de sus gobernados y no el bien propio ni el de los suyos, así se llega a un estado de perfecta armonía entre ambos.


Quienes han de servir al pueblo no se deben guiar por sus sentimientos, sino por ideales claros y precisos, con los cuales han de regular el orden de la sociedad mediante las normas hechas a su consideración. «Debemos poner de guardianes a aquellos que se muestren capaces de guardar las leyes y usos de las ciudades», diría Platón, y con ello se explica que los filósofos gobernantes deben ayudar con su conocimiento a sus gobernados para que estos vivan en paz y justicia, además no sólo basta con que sean buenos gobernantes, sino que ellos también cumplan las leyes.


Hay ciudades que son gobernadas por falsos filósofos, que en apariencia son veraces y dignos de honor, que ejercen su gobierno para saciar sus ansias de poder y de reconocimiento, y principalmente de dinero. Se creerá que la filosofía tiene la culpa, pero en verdad no es así, puesto que, aunque poseen una mala filosofía; tienen virtudes muy considerables para el gobierno de la ciudad.


Observar bien a quienes se elijan para el cuidado de la ciudad compete a los ciudadanos, pues «los guardianes de las leyes y de la ciudad que no sean tales en realidad, sino que solo en apariencia, arruinan la misma ciudad de arriba abajo, de igual modo que son los únicos que tienen en sus manos la oportunidad de hacerla feliz». Por tal razón, la filosofía cae en manos de personas corruptas e indignas de poseerla, que tienen como objetivo satisfacer sus instintos y sentidos desordenados; algunos tratarán de arruinar la ciudad y la tranquilidad de los pueblos, lucharán por lograr un caos entre sus habitantes y procurarán su ruin; mientras los que son realmente filósofos, dignos de gobernar la ciudad, trabajarán por la concordia y la paz, el bien de todos y su estabilidad.


ESTO YO NO LO SABÍA…

Siete sabios

SERGIO PALMEROS PALMEROS

La historia con sus épocas y personajes nos deja siempre un legado: el conocimiento, la sabiduría. En general se cree que entre más edad tenga una persona más sabiduría posee, puede que eso se verdad; sin embargo, en algunas épocas, personajes de distintas edades, pasan a la historia por la practicidad de su sabiduría, tal es el caso de los siete sabios de Grecia entre los siglos VII y VI a. C., que con sus aforismos y sentencias, pretendían guiar la conducta de los hombres. Esos sabios fueron: Bías de Priene, Cleóbulo de Lindos, Periandro de Corinto, Pítaco de Mitilene, Quilón de Esparta, Solón de Atenas y Tales de Mileto, de los que algunos fueron tiranos, políticos, estadistas, legisladores y reformadores sociales, que junto con su conocimiento demostraban su interés por una sociedad organizada y moralmente encaminada a la felicidad. Se dice de Bías de Priene que cuando fue saqueada una ciudad salió desnudo diciendo «me llevo todo lo que tengo», ya sea verdad o mentira esa anécdota, esa frase enseña, forma una moral íntegra. Más de dos mil años han pasado y podríamos preguntarnos en este momento histórico que vivimos, en este mi país, en mi ciudad o pueblo ¿cuántos sabios hay? y si no los hay ¿por qué no ser uno de ellos?

… PERO AHORA YA LO SÉ.


FRASE DE LA SEMANA: “Si mandas gobiérnate a ti mismo” Tales de Mileto



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