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De las tinieblas a la luz

E D I T O R I A L

De las tinieblas a la luz

Si deseamos buscar la reconciliación y dejar atrás rencores o malos entendidos, Navidad es la ocasión oportuna para dejar atrás aquellas diferencias y dar un paso hacia la reconciliación, debemos dejar de ser tan duros al momento de abrir las puertas de nuestros corazones para que entre el amor y habite en ellos.

Las palabras sobran si el arrepentimiento es sincero, cuando pareciera que la maldad gobierna el mundo y la esperanza pareciera desvanecerse, lo que nunca desaparece es aquella estrella que nos guía al amor y a la verdad.

Más que esperar una cena anual llena de suculentos manjares, debemos esperar atentos la llegada del invitado especial, el cual espera nacer en nuestros corazones para llenarnos con su amor y ternura. Recordemos las palabras del Papa Francisco «ha venido para librarnos de las tinieblas y darnos la luz».


Que resplandezca el verdadero amor, el amor de Cristo

Por este medio envío el alborozo mensaje de Paz a cada una de nuestros queridos lectores. La Navidad que ofrece la espiritualidad del año litúrgico, que celebramos año con año, trae consigo la esperanza del retorno de Nuestro Señor Jesucristo. Él es la verdadera razón para celebrar la Navidad.

Es mi deseo que sus familias estén reunidas en el amor, que la alegría inunde su hogar y que los cánticos y villancicos consumen en la propia vida la opción por el seguimiento de Cristo. Que sean días de paz, armonía, abrazos y unión familiar. Días de celebración por ser partícipes de la revelación de Dios hecho hombre, hecho niño, nacido de la Santísima Virgen María, también Nuestra Madre.

Que estos días sean días de reflexión por la vida y meditemos en todo lo que significa venir al mundo. Días de estar agradecidos por lo que hemos recibido este año, por las metas logradas y las fuerzas para alcanzar los anhelos y así vivir en la abundancia de los hijos de la luz. En Navidad, los cristianos dejamos atrás los rencores, envidias y guerras. Hay que enemistarse con el mundo, no con las personas, mucho menos con las que formamos la unidad familiar. Que los pequeños y grandes detalles que inspira la caridad cristiana sean la impronta de este tiempo de espera y recibimiento.


Ruego de Santa María de Guadalupe la bendición y protección sobre su hogar, para que el amor de Cristo resplandezca y refleje la alegría de su nacimiento en cada uno de sus integrantes.

P. Francisco Palmeros Palmeros

Rector del Seminario Arquidiocesano de Xalapa


Nacido de una virgen

SERGIO PÉREZ PORTILLA


En el lenguaje cristiano la palabra “virgen” está plenamente arraigada. Por un lado, tenemos a María, la siempre virgen; por otro, tenemos a quienes se consagran a Dios otorgando su virginidad como una forma de vida, incluida en el famoso consejo evangélico de la castidad. Para algunos, pues, la virginidad está en alta estima.

Pero en general se cree, ciertamente hay que decirlo, bajo un enfoque prioritariamente físico, es decir, la virginidad es reducida a no haber tenido relaciones íntimas. Es cierto que la virginidad puede y debe incluir ese aspecto, pero en realidad el concepto antiguo de virginidad era diferente. Hagamos un breve acercamiento al tema.

En la Sagrada Escritura encontramos el caso paradigmático de María, la esposa de José. Si bien es cierto que la tradición judía alaba más la procreación que la virginidad, se percibe un cambio entre la óptica veterotestamentaria y la neotestamentaria: allá “no es bueno que el hombre esté solo” (Gn 2, 18), la virginidad parece contravenir el “sean fecundos y multiplíquense” (Gn 1, 28), hay quien llora su virginidad (Jc 11, 37-40) y el matrimonio va más de la mano con el proyecto divino que la virginidad. Pero acá, en el Nuevo testamento, el tono cambia: Jesucristo mismo vivió en virginidad y nació de una virgen, y san Pablo elogiaba la vida casta y célibe y en distintos textos más podemos ver el valor de la virginidad.

Pues bien, con todo y todo, la verdad es que nos detenemos poco a pensar qué significa que Jesús nació de una joven virgen. La virginidad como estilo de vida y como espiritualidad tiene su propia dinámica. Pero ser concebido virginalmente cambia las cosas, quizá más si al leer algunas historias de religiones antiguas vemos que no es la primera vez que se habla de un nacimiento así.

Lo primero que tenemos que aclarar es que Jesús no es Dios porque nació de una virgen, sino que nació de una Virgen porque es Dios. La divinidad de él antecede la virginidad de ella. En segundo lugar, el afirmar que ha nacido de una virgen es confirmar que es elegido y enviado por Dios: si vemos la genealogía que presenta san Mateo en su primer capítulo, veremos cómo se presenta a uno tras otro de los antepasados de Jesús, y uno tras otro ha sido “engendrado” por el anterior, pero al llegar a Jesús, se aclara que lo engendrado en ella es obra del Espíritu santo, coincidiendo absolutamente con lo dicho por san Lucas. Sin embargo, y aunque puede ser que no lo alcancemos a entender, eso que está escrito no es para afirmar la virginidad de María, sino la divinidad de Jesús. Obviamente en este sentido ambas realidades están totalmente unidas, pero prima la naturaleza divina del mesías.

¿Y no podrá ser simplemente un invento, y que en realidad Jesús no haya nacido de una virgen? Como posibilidad, cabe. Pero la realidad no se somete a la posibilidad, sino que la sustenta. La afirmación de que Cristo ha nacido de una virgen, en una religión que no tiene como lo más importante esa situación, habla de lo que se conoce como criterio de discontinuidad: lo lógico sería que los evangelistas dijeran que el mesías nació en el palacio, pero de repente se nos dice que nació de una joven virgen, desposada con un obrero de un pueblito llamado Nazaret. Eso, según el criterio mencionado, eleva las posibilidades de ser más que un invento u un mero lenguaje figurado, porque simplemente no lo respiraban así en su cultura, ni lo tenían como el ideal, no les convenía. Sólo podían decirlo si era cierto.

La virginidad, por último, es más que una abstención. La virginidad es una entrega. María fue más virgen por entregarse plenamente a Dios, que por abstenerse de contacto con varón, aunque la afirmación de lo uno no es la negación de lo otro. Y Jesús, definitivamente, nació de una virgen.



¡Bajemos las trincheras y empuñemos la alegría!

JESÚS URCINO SÁNCHEZ

Se acerca una fecha que marca el rumbo de nuestra historia; por un momento nos detenemos en el tiempo y somos espectadores de un gran acontecimiento: el nacimiento de Jesucristo. La Víspera de Navidad, sin lugar a dudas, la esperamos con mucha ilusión, esperanza y alegría en compañía de nuestros seres queridos, pero no todo fue así.

Se escuchan disparos, explosiones por doquier, hombres gritando por su libertad, sujetos apuntando a las cabezas enemigas: la Primera Guerra mundial había comenzado. El ejército británico se encontraba a la expectativa ante el enemigo; los alemanes ni siquiera bajaban sus armas para tomar un respiro: era la guerra. Una guerra que traería consigo cientos de muertos y heridos, hijos sin padre, sueños naufragados por la pólvora y el estruendo de una masacre al rojo vivo. Tras un largo enfrentamiento a mano armada se acercaba la noche de Navidad, una noche que marcaría el rumbo de toda una Guerra, en donde por un momento no se escucharon disparos y en vez de gritos de angustia y desesperanza por tal masacre, los alemanes y británicos cantaron villancicos y compartieron lo poco que tenían consigo: cigarrillos y poco de licor, ante el cruel frío que los envolvía. La Tregua de Navidad había sido pactada por el ejército británico y alemán. A lo lejos del campamento enemigo se observaban luces que antes no se habían visto, eran las trincheras de los alemanes que por un instante habían calmado su ansia de venganza y el armamento dejado se encontraba.

La Tregua de Navidad dio acontecimiento un 24 de diciembre de 1914. Ambos enemigos habían calmado el fuego y se encontraban conviviendo juntos. Una Tregua que no fue bien vista del todo por los altos mandos. Se cuenta una anécdota que incluso alemanes y británicos, además de compartir bebidas y cigarrillos, hasta un partido de futbol se animaron a jugar. Es sabido que este acontecimiento cambió el rumbo de toda una historia e incluso los parámetros establecidos por aquellos que dirigían la Guerra.

Hoy día nos encontramos en el año 2018 a punto de terminar, ¿será que nosotros al igual que los británicos y alemanes tendremos que tener una tregua de paz?, pero ¿con quién? Vamos por la vida teniendo problemas, enfrentamientos quizá no al estilo de empuñar un arma de fuego; pero sí hiriendo con nuestras actitudes y palabras a los demás. Nos preocupamos más por lo que cenaremos en la Noche de Navidad que por hacer las paces con aquellas personas que por mis actitudes y palabras causé algún disgusto o quizá por aquel hijo con el cual no hemos hablado desde hace algún tiempo por roces que se han presentado, o quizá estás distanciado de algún miembro de tu familia por que no coinciden con la misa manera de pensar… y la lista puede continuar; lo importante es que reconozcamos que es necesario estar en paz con nuestros seres queridos y con aquellas personas que tanto daño nos hacen o hemos hecho, es momento de bajar nuestras trincheras y empuñar la valentía y decidirnos para poder disculparnos con quien tenemos que hacerlo y perdonar a quien nos ha faltado al respeto.

Al igual que los británicos y alemanes tomemos la iniciativa de vivir este tiempo de navidad con una actitud positiva y de convivencia ante los demás, y tú en este tiempo de navidad ¿qué estás dispuesto a hacer por marcar el rumbo de tu historia?


ANIMA VERBI:

JUAN PABLO ROJAS TEXON


Uno de los títulos de Jesús de Nazaret es “Cristo” (en griego, Christós; de chrío, ‘ungir’), a saber, “Ungido”. La unción era el ritual por el que se consagraba a los reyes mediante el aceite y Jesús era un rey, pero no uno cualquiera, dominador de territorios circunscritos, cabeza de etnias particulares; era un rey singular: el amo y señor del Reino de Dios en el mundo. Por eso, no fue ungido con tan sólo aceites perfumados, sino con el fuego ardiente del Espíritu Santo, que descendió del cielo en forma de paloma con el fin de prepararlo para su cometido mesiánico (Mt 3, 16-17; Mc 1, 10-11; Lc 3, 21-22; Jn 1, 32-34).


FRASE DE LA SEMANA: " Sí, hermanos, Jesús es la salvación para todas las personas y todos los pueblos.”. Papa Francisco

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