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Somos el presente del mañana del ayer

E D I T O R I A L

Somos el presente del mañana del ayer

Somos el presente del mañana del ayer, es decir, somos la generación en la cual nuestros predecesores pusieron sus esperanzas para poder generar un cambio verdadero en la sociedad, frente a esta realidad es oportuno plantearse la siguiente pregunta: ¿Qué tanto estamos procurando a nuestras mentes del mañana? Esto debe ser una preocupación primordial puesto que la educación juega un papel importante en nuestra sociedad, de ella depende el desarrollo y conocimiento de cada persona, lo cual tuvo presente el benemérito de las américas «la educación es fundamental para la felicidad social; es el principio en el que descansan la libertad y el engrandecimiento de los pueblos».

La educación fue, es y será la mejor herencia que se puede dejar a nuestras próximas generaciones, es la mejor arma para cambiar el mundo. Motivo por el cual es momento de crear una conciencia patriótica en donde exista un verdadero compromiso para empezar a hacer las cosas bien y que mejor manera que dejar asentadas las bases para la educación.

Es momento de dar paso a un cambio en la manera de realizar las cosas como lo expresa Albert Einstein nunca consideres el estudio como obligación, sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber.


José Vasconcelos: el filósofo controvertido

JUAN FERNANDO SÁNCHEZ S.

José Vasconcelos (1882-1959) es un personaje simbólico en la historia de México. Fundó el Ateneo de la Juventud Mexicana para trabajar por la cultura, el arte y la filosofía; debido a la calidad del servicio a la nación como Secretario de Educación Pública se le llamó: “el maestro de la juventud de América”; fue partidario de la Revolución Mexicana en el movimiento maderista; al confrontarse con Venustiano Carranza tuvo que huir del país y estuvo en calidad de exiliado en varias ocasiones; fue quien creó el lema de la UNAM: “Por mi raza hablará el espíritu”.

También hay una dimensión de su vida que genera polémica. Se trata del pro-nazismo y la tendencia a ideas socialistas en la Unión Soviética y en el fascismo. En cuanto a la filosofía hay que decir que fue un filósofo eminente. Si se habla de filosofía mexicana él es un referente por la lectura tan creativa en la que asimila la producción de occidente y la aterriza en la realidad nacional.

Recientemente, Guillermo Hurtado (filósofo investigador) publicó una excelente síntesis del sistema de Vasconcelos que bien vale la pena estudiar. Se explican ahí las características de cómo debe ser la filosofía según José Vasconcelos: a) universal (la filosofía debe incluir todas las culturas de oriente y occidente); b) liberadora (la filosofía es un instrumento de liberación mental y política); c) emotiva (una propuesta original ante la problemática del giro copernicano de Kant, no sólo la razón sino también la emoción); d) sintética (no sólo un análisis científico sino una síntesis de sentido); e) poética (la filosofía no se reduce sólo ensayos rigurosos, sino también a metáforas e imágenes gracias a la analogía, que hace de la poesía una sinfonía); f) mística (la filosofía es religarse con Dios, una filosofía religiosa no dogmática).

José Vasconcelos es uno de los personajes de la historia de México que ha dado, con sus obras, materia de discusión, controversia, fervor y hasta odio. Su producción está conformada por más de 30 libros, miles de artículos, conferencias, ensayos, cuentos y otros trabajos literarios.

Recomendamos ampliamente acceder al estudio de sus obras, especialmente: Ulises Criollo (autobiográfica) y Filosofía estética, de la que trascribimos una breve cita: “La creación entera reposa en el seno de Dios, como los colores del iris en luz blanca que los resume y contiene; los mantiene inmanifestados mientras no encuentran la clave de su desarrollo en las gotas del rocío o el prisma del laboratorio”.


De Persona a Persona

POR JUAN PABLO ROJAS TEXON

Iris Murdoch

En su artículo “La soberanía del bien sobre otros conceptos”, Iris Murdoch sostiene que el examen de la moral es la actividad humana más importante de todas, más importante incluso que la búsqueda de la verdad, y, a su juicio, ha de cumplir dos cosas: debe ser realista y abogar por un ideal digno. Realista porque la cuestión que los filósofos de la moral deberían responder, antes que enfrascarse en reflexiones estériles, es ¿cómo podemos hacernos mejores personas? Digna porque el ideal a perseguir debe ser tal que a su luz se explique y practique todo lo demás. Para Murdoch, este ideal supremo mayor del cual nada puede haber es el Bien.

No obstante, hay dos problemas que interfieren en el cumplimiento de dicho ideal: los hombres son egoístas por naturaleza y la vida humana no tiene un télos común. “Que los seres humanos son de modo natural egoístas”, dice la autora, “parece mostrarlo la evidencia, cuandoquiera y dondequiera que los observemos, a pesar de un número muy pequeño de aparentes excepciones”. A este respecto, la psicología moderna afirma que la psique es reacia a situaciones desagradables; por eso se busca incesantemente a sí misma y cuando busca consuelo lo hace a través de un hinchamiento imaginario del yo; incluso su amor es una autoafirmación.

En cuanto a la falta télos, Murdoch supone que, si bien hay muchas finalidades en la vida, no hay un destino general externamente garantizado. “Somos lo que parecemos ser, transitorias criaturas mortales sujetas a la necesidad y el azar [...] Nuestro destino puede ser examinado pero no puede ser justificado o explicado totalmente. Simplemente estamos aquí. Y si hay algún tipo de sentido o unidad en la vida humana [...] debe buscarse dentro de una experiencia humana que nada tiene fuera de ella”. De este modo, la idea de Dios en el sentido tradicional del término, que es de hecho el único sentido, está aquí descartada.

¿Cómo hacer entonces para sortear estos dos problemas: dejar de ser egoístas y perseguir conjuntamente el Bien? Murdoch propone a la belleza. ¿Por qué? Porque “la belleza es la única cosa espiritual que amamos instintivamente”. El ejemplo más claro está en la naturaleza: si tengo un problema, una ansiedad, un resentimiento, y miro por la ventana el paisaje a mi alrededor, mi preocupación desaparece. En ese momento no hay otra cosa que el paisaje delante de mí. Y si vuelvo a pensar en el asunto que me aquejaba, parece ahora tener menos importancia. Esto es así porque el deleitarse con las flores y los animales es “una cosa patentemente buena”.

En efecto, la naturaleza no es el sitio idóneo para el cambio moral hacia el Bien, pero, al ser el más accesible para el hombre, constituye el trampolín para llegar al estrato donde está la pauta de ese cambio: el arte. Según Murdoch, el arte, por su belleza, “estimula nuestras mejores facultades” e “inspira amor en la parte más elevada del alma”; “es menos accesible que la naturaleza pero también más edificante”. Su disfrute “es un entrenamiento en el amor a la virtud”. Por eso, el sinsentido del arte es el sinsentido de la vida humana.

Murdoch sostiene su teoría sobre cimientos platónicos. En primer lugar nos recuerda que aunque Platón desconfió del arte por ser copia de una copia, consideró que “la belleza podía ser un punto de partida de la vida buena”. De ahí que canalice la tesis platónica al ámbito del arte, considerándolo “la más educativa de todas las actividades humanas y un lugar en el que se puede ver la naturaleza de la moralidad”. En segundo lugar, sabedora de que el Bien es una noción difícil de comprender, se vale de la alegoría platónica del sol: el Bien es un sol que está al final de una larga búsqueda y, a causa de su lastimoso resplandor, no se le puede mirar de frente a menos que quien mira sea una persona auténticamente buena que ha llegado a ese grado pleno de moralidad por la vía del arte.

Nacida en Dublín (Irlanda) en el seno de una familia de granjeros presbiterianos, Jean Iris Murdoch es más conocida por su literatura que por su producción filosófica (ésta última muy por debajo de aquella en número). Durante su educación en Oxford tuvo como maestro a Ludwig Wittgenstein. Y alguna influencia ejerció en ella, a pesar de que los temas en torno a los cuales giró su interés fueron los relacionados con el existencialismo, la moral, el romanticismo y la mística, mismos que proyectaría en sus novelas y ensayos. Su obra de ficción le mereció diversas distinciones; entre ellas, el Premio Booker. Pero también la llevó a involucrarse en un idilio tormentoso con Elias Canetti, Premio Nobel de Literatura. Los últimos años padeció los embates del Alzheimer, que acabó con su vida el 8 de febrero de 1999, a sus 79 años.


ANIMA VERBI:

Anima verbi

JUAN PABLO ROJAS TEXON


En la tradición cristiana un “demonio” (en griego, daimónion, ‘divinidad’, ‘espíritu’, ‘hado’; de daímōn, ‘suerte [buena o mala]’; de daíō, ‘dividir’) es un espíritu impuro al servicio de las fuerzas del mal. Originalmente el nombre no tenía connotaciones negativas; aludía más bien a un “poder divino” que brindaba un saber a la persona mediante el cual ésta podía dirigir su comportamiento. En la actualidad se desconocen las causas que determinaron el sentido teológico del término; quizás se deba a que la acción de “dividir”, presente en su raíz etimológica, hace referencia a la voz seductora de un hado funesto que intenta a toda costa separar al hombre del plan de Dios. Así, un demonio es una entidad inmunda, esclavo de la oscuridad, que en su vagar por el mundo en busca de descanso incendia cuanto halla a su paso.


ESTO YO NO LO SABÍA…

La bandera de Siera, la primera bandera tricolor.

FRANCISCO DANIEL SALAZAR RUÍZ.

Pocos saben que los colores de la bandera mexicana tienen su origen en la sierra de Zongolica, lugar donde se confeccionó entre los años de 1810 y 1812 por mandato del cura insurgente Juan Moctezuma y Cortés. Según algunos relatos trasmitidos oralmente por los habitantes de lugar, los colores de la bandera se toman de las plumas del ave “Cuahutototl” originaria de esa zona, como escudo tiene un carcaj donde salen unas flechas con la punta hacia arriba, un arco y un sable o machete de hoja curva. Esta bandera recibió el nombre de “Siera”, la cual sirvió de inspiración para Agustín de Iturbide en la elaboración de la bandera del Ejército Trigarante. Desde ese momento se tomaron los colores verde, blanco y rojo como los colores representativos de nuestro lábaro patrio. Año con año se exhibe una réplica de la Bandera Siera, en el Castillo de Chapultepec, como símbolo y recordatorio de la participación indígena de la zona para conseguir la Independencia.

… PERO AHORA YA LO SÉ.


FRASE DE LA SEMANA: “Un libro es como un viaje, se comienza con inquietud y se termina con melancolía” José Vasconcelos

FOTO: JOSÉ VASCONCELOS

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