E D I T O R I A L
El evolucionismo y el hombre
Han surgido diferentes teorías para explicar la aparición del hombre sobre la Tierra. El evolucionismo se ha convertido en una hipótesis científica, que no se contrapone a la creación, para explicar el nexo genético y los antecedentes biológicos de los seres vivos. Aunque el hecho de la evolución es aceptado actualmente por casi todos los estudiosos y admite argumentos a favor por parte de la paleontología, de anatomía comparada, biogeografía y de la embriología, han surgido diferentes teorías evolucionistas. Es interesante apreciar que algunos estudiosos han querido ver en San Agustín un precursor de las teorías evolucionistas, ya que admite, explicando en el Génesis, que Dios haya creado a los animales en forma embrional, «rationes seminales», de las que, presentando condiciones aptas, se habrían desarrollado los organismos adultos.
La iglesia no ha condenado algo acerca del evolucionismo, desechó al materialismo que no es una teoría científica, sino más bien una posición filosófica; pero si el evolucionismo pretende eliminar el finalismo y la creación, entonces se convierte en una ideología o teoría filosófica. Al admitir una evolución natural, dinámica, finalista y jerárquica, es inevitable concebir al hombre como el vértice de este proceso.
Porque venimos del mono
MIGUEL ÁNGEL DURÁN HERNÁNDEZ
“¿Cómo se originó la vida?” es una pregunta que ha sido un gran tema de discusión en la comunidad científica, a pesar de que para la religión, sea cual sea, la respuesta es obvia: Dios (o dioses). Para el mundo de la ciencia, una deidad no es una respuesta que pueda satisfacer completamente la curiosidad del científico, ya que este quiere saber más sobre el “cómo” que del “quién”; por eso se han propuestos muchas hipótesis a lo largo de la historia para tratar de explicar esta cuestión. Cuando la ciencia propuso la teoría de la evolución se produjeron algunos malentendidos que crearon cierta enemistad entre la razón y la fe; a pesar de que la Iglesia Católica ya hizo las paces con la ciencia y con esta teoría desde hace tiempo, aún existen algunas personas que no terminan de entenderla y mantienen viva la batalla en su contra.
El malentendido principal es pensar que la teoría de la evolución y la idea de que Dios creó el mundo son opuestas, cuando es totalmente lo contrario: son complementarias. La teoría de la evolución no trata de explicar cómo apareció la vida en la tierra, sino de explicar cómo se ha ido desarrollando hasta llegar a ser lo que vemos hoy en día. El biólogo Charles Darwin (creador de la teoría junto con Alfred Russel Wallace) notó en uno de sus viajes que había animales muy parecidos a los que ya había estudiado previamente, pero con algunas diferencias; preguntándose acerca del porqué de éstas, emprendió varios viajes de investigación y descubrió que los animales cambian según el lugar donde viven para adaptarse mejor a su entorno y sobrevivir. Así comenzó a desarrollarse la teoría de la evolución, la cual propone un complejo proceso de selección natural y adaptación para la supervivencia de las especies para explicar cómo la vida en el planeta ha llegado a lo que es actualmente.
El ser humano no está exento de este proceso y es aquí donde se encuentra uno de los más grandes mitos sobre esta teoría. El humano no es descendiente del mono. Primero que nada los monos forman parte de una gran familia conocida como primates, de los cuales somos parte y compartimos una gran cantidad de información genética (99%) y gran parecido anatómico, de aquí surge la confusión. Darwin no propone que los chimpancés evolucionaron en humanos, sino que los simios y los humanos tenemos un ancestro común del que nos separamos en algún momento para convertirse en homo sapiens sapiens. Esta teoría cuenta con la evidencia suficiente para sostenerse y ser considerada como correcta y verdadera.
Como podrán darse cuenta, la idea de un proceso evolutivo no choca ni se opone a la idea de un Dios omnipotente y creador de todas las cosas sino que, incluso, le deja un lugar como el guía y supervisor de este proceso.
Ahora bien, ya aclarados los malentendidos, se puede notar que la pregunta acerca del origen de la vida en la tierra sigue sin responderse, al menos por el lado de la ciencia. Aunque por el lado de la fe ya se tiene una respuesta, a la ciencia le interesa más el proceso que el responsable de éste, por lo que seguirá trabajando hasta encontrar una respuesta. Tal vez si se dejara de ver de una manera tan dogmática las cosas (sea del bando de la fe o de la ciencia) se podría ver con mayor claridad el camino para encontrar la respuesta a esa pregunta, que sigue sin resolverse en este mundo.
PIE DE FOTO: “Un venerable orangután” es una caricatura sátira publicada en 1871, que como muchas otras se mofaban del biólogo Charles Darwin y sus aportes. Esto difundía la idea errónea que “el hombre viene del mono”.
De Persona a Persona
POR JUAN PABLO ROJAS TEXON
Teilhard de Chardin
El problema del porvenir de la humanidad ocupa un lugar muy importante en la obra de Teilhard de Chardin. A diferencia del interés del historiador, del economista, del filósofo o del antropólogo, al padre Chardin no le interesa una visión restringida y contemplativa del mundo, le preocupa el mundo mismo, la comprensión de aquellos lazos que unen los fenómenos más recónditos de la naturaleza formando un todo coherente e inteligible. Su fin último “estriba en aprender la estructura del universo y la vida en sus dimensiones históricas” (N. M. Wildiers).
Ahora bien, para poder hablar con alguna autoridad sobre el porvenir se precisa de un sólido conocimiento del pasado. El conocimiento de lo que fue es forzoso para entender el presente y lo que está por venir. Así, las leyes naturales, descubiertas tiempo atrás por las ciencias, siguen siendo aplicables actualmente y no hay por qué pensar que no lo serán mañana. Tal certeza no es demostrable mediante la experiencia, por eso se requiere fe en la inmutabilidad de estas leyes que rigen el universo. Por una parte, es cierto, nadie nos asegura que el sol saldrá mañana, pero, por otra, quién duda realmente de que saldrá. La fe es patente en el hombre.
Claro que Teilhard de Chardin no habla de una absoluta anticipación de la evolución humana, pues los acontecimientos biológicos trascienden el cálculo matemático, pero tampoco niega la posibilidad de una ciencia del porvenir. Esta ciencia, si bien no se ha formado del todo, está a medio camino entre una ciencia rígida –como la astronomía o la física– y una mera conjetura. Tal como la presenta el padre Chardin se trata de una ciencia que aspira al dominio de la naturaleza y de sus potencias con miras a la configuración del futuro. En sus propias palabras, se trata de “la verdadera llamada del cosmos al hombre, una invitación a participar en el gran trabajo que se lleva a cabo en él”.
Esta llamada revela una visión a quienes la atienden: “todas las cosas se entretejen y cobran sentido”. De este modo, nada ni nadie puede impedirles por ningún medio que conserven y proclamen tal visión. Lo anterior implica que el hombre sea consciente de su gran responsabilidad y de lo imprescindible que es su plena cooperación en la construcción del mundo futuro. A esta convicción de que la humanidad tiene un porvenir, el cual no está formado sólo por años sino por grados de vida cada vez más elevados que hay que ir conquistando, Teilhard de Chardin la llama “fe en el hombre”.
En efecto, el porvenir de la humanidad no se reduce a sub-sistencia, se trata de super-vivencia. La supervivencia no es algo del todo nuevo, en la mitología y el folclor de todo pueblo hay símbolos y fábulas en que se ostenta la voluntad del hombre, hondamente enraizada en la tierra, de abrirse camino a los cielos. Luego, la ambición del hombre por ir más allá, por super-vivir, es incluso más remota que las civilizaciones. Esta ambición, dice el padre Chardin, es “el resorte mismo de la historia de la que nosotros emergemos”. Con la salvedad de que ahora atravesamos un momento de despertar y transformación en el que no es posible progresar sino solidariamente.
La solidaridad humana es fundamental para superar la crisis espiritual por la que atravesamos hoy, pero no basta. En una época donde lo material es la causa aparente de los adelantos de la vida, es necesaria la adoración de Otro que está por encima de todo: Dios.
Nacido en el castillo de Sarcenat, el 1 de mayo de 1881, en Orcines (Francia), Pierre Teilhard de Chardin estuvo consagrado al estudio de la filosofía, la paleontología y la teología. Uno de los temas que más le apasionó fue el de la evolución y su relación con la fe y son sus teorías a ese respecto las que más se han criticado. Pero más allá de las dificultades que halló para concretar dicha correspondencia, este jesuita “preocupado por honrar tanto a la fe como a la razón” es recordado más bien –escribe el cardenal Agostino Casaroli– por haber sido “un hombre poseído por Cristo en lo más profundo de su alma”.
En 1947, ocho años antes de su muerte, en un breve ensayo titulado La fe en el Hombre, el padre Chardin escribe: “Busquemos bien y veremos que nuestra fe en Dios, por despegada que sea, sublima en nosotros un flujo ascendente de aspiraciones humanas, y que en esta savia original hemos de sumergirnos si queremos comunicarnos con los hermanos que anhelamos reunir”.
PIE DE FOTO: El padre Teilhard de Chardin estuvo consagrado al estudio de la filosofía, la paleontología y la teología. Uno de los temas que más le apasionó fue el de la evolución y su relación con la fe.
ANIMA VERBI:
Anima verbi
POR JUAN PABLO ROJAS TEXON
La “sinagoga” (en griego, synagogé; de synágein, ‘reunir’, ‘congregar’, y éste, a su vez, de sýn, ‘juntos’, y ágein, ‘conducir’, ‘dirigir’) es el edificio donde se “reúnen” los judíos tanto para la oración como para el estudio. Su origen probable se remonta al tiempo en que fueron prohibidos los santuarios en las provincias, centralizándose el culto en el templo de Jerusalén (Dt 12; 2 R 23), y a la necesidad que a raíz de ello tuvo el resto de los israelitas por congregarse para orar, leer y comentar la Ley. En la época del cristianismo las sinagogas ya poblaban el mundo judío, dentro y fuera de Palestina. Jesús mismo las frecuentó (Mt 4, 23; Mc 1, 39; 3, 1; Lc 4, 16). También san Pablo realizó allí su actividad apostólica (Hch 13-18). La sinagoga es un símbolo de identidad para los judíos, tal como la Iglesia lo es para los cristianos.
ESTO YO NO LO SABÍA…
Ortogénesis
ABIMAEL OLMEDO
La ortogénesis es una hipótesis biológica según la cual la vida tiene una tendencia innata a evolucionar de un modo unilineal debido a alguna fuerza directriz, sea interna o externa. También se le conoce a la ortogénesis como evolución ortogenia, o evolución progresiva. A esta hipótesis se le anteponen los clásicos rechazando la teoría de la selección natural como mecanismo organizador de la evolución y algunas teorías para un modelo rectilíneo de evolución actuando en especies discretas con “esencias”. El término “ortogénesis” tuvo auge en el siglo XIX y fue difundido por Theodor Eimar, junto con algunos filósofos como Henry Bergson y Leo Berg, los cuales por un tiempo siguieron a esta hipótesis.
Actualmente no se admite ningún propósito ni fin en la evolución, sino que se cree que ésta es el producto de un pasado evolutivo muy ramificado, realizado como consecuencia de cambios producidos al azar. Sin embargo, desde la filosofía, se puede argumentar en contra de esto, respondiendo al principio de finalidad: “todo actúa de acuerdo a un fin”.
… PERO AHORA YA LO SÉ.
FRASE DE LA SEMANA: “La no violencia lleva a la más alta ética, lo cual es la meta de la evolución. Hasta que no cesemos de dañar a otros seres vivos, somos aún salvajes”. THOMAS ALVA EDISON